Eres la voz de mis entrañas, el eco refundido que hace mella en mí cada mañana, el canto de Danubio que deleita mis hazañas, el soneto en profecía que transluce en la ventana, la vidriera uniformada que revela tu enseñanza.
Eres el quíntuple eslabón de mi pecho soslayado, las puntas de una flor con forma de diamante, la verdad encarrilada que resucita mi esplendor, las gotas de bonanza que embalsaman mi interior, el quejido en alambradas que libera en devoción, la sacudida apasionada que derrota mi temblor.
Tú ya eres Todo (no hay más todo que Todo), el paralelismo elaborado, la piedra que sostiene el rosedal de mis encantos, el puente en el que cruzo a tu patio puesto en arte, allí donde sé que puedo amarte hasta el rubor de la tarde.
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