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Gael Rodríguez

Ceder la voluntad


¿De dónde procede nuestra valía como personas, aquello que genera cambios y nos permite avanzar como individuos y como especie? Los días que nos sentimos mal, todo lo que sucede a nuestro alrededor está vestido del mismo color, invadido de la misma emoción. Todo nos enoja o nos entristece. Los días que nos sentimos bien sucede todo lo contrario. Vamos conduciendo nuestro coche y no nos enojamos cuando el que va atrás nos pita o se pega a nosotros, mostrando impaciencia o agresividad. La cajera del supermercado tiene un mal día y su trato es arisco y huraño, pero llevamos una sonrisa dentro de nosotros y así lo transmitimos. Puede que te duela algo o que tengas un pequeño infortunio, que las cosas no salgan como habías planificado, pero no te lo tomas a mal. Si nuestra pareja tiene un mal día, la abrazas y la apoyas, para que el paso del día la levante. Allá donde estamos quietos o allá donde vamos regamos de vida a la tierra y a las personas con las que nos cruzamos. Somos verdaderamente productivos.

¿Qué es lo que ha cambiado? Somos la misma persona, pero un día nos posee el amor de Dios y otros la negación de nuestra mente ególatra. Ese amor divino está con nosotros siempre, todos los días, pero interferimos. Lo atascamos, no lo dejamos ser, fluir. Cuando este patrón de comportamiento se vuelve repetitivo, a fuerza de golpes y de caídas aprendemos que hay algo más que nuestra propia voluntad, que los días buenos van de la mano de los malos, que ambos tienen su propio sentido y trayectoria y que no somos los hacedores de los mismos. El Tao infunde su maestría con una forma y perfección que no decidimos.

Finalmente, cedemos nuestra propia voluntad para que las cosas sean y se manifiesten como el Universo quiere que así sean. Únicamente nos quedamos con una pequeña porción de esa voluntad: "Que sea lo que Dios quiera". Así, cuando nos entregamos, cuando inclinamos la cabeza hacia nuestro corazón, cuando aceptamos y dejamos ir, volvemos a permitir que ese flujo de vida y de amor se reestablezca.

Volvemos a regar de agua la tierra quebrantada.

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