Somos lo estático y lo dinámico. Somos la quietud y también el movimiento. Siempre, a cada instante, podemos percibir que existe un continuo movimiento. Es la energía que se encuentra en todo. Aunque a veces esté aminorada, retraída, nunca está del todo estancada, muerta. Si fuera así, no podríamos permanecer físicamente vivos. Esa presencia inabarcable nos alimenta, nos nutre en todos los planos. Material y espiritualmente. La densidad de la materia concentra la energía y la de la conciencia divina la expande.
Eso quiere decir que cuando nos identificamos con lo material, incluidos nuestros pensamientos, que son energía solidificada, nos quedamos enganchados en una ilusión más pesada. En cambio, cuando nos acercamos a la vivencia del Ser, absolutamente desposeída del concepto, de lo denso, nos convertimos en esa energía desde la cual nos sentimos libres, expandidos, creadores de nuestra realidad.
¿Cuán importante resulta estar cerca de personas que te inspiran, que te elevan, que te llevan a lo mejor de ti? De vital importancia. Los grandes cambios en la vida, los cambios cuánticos, vienen acompañados de amor puro. Un corazón es tocado por otro, un alma es tocada por otra alma. ¿Cuánto de esto hay en nuestra vida? ¿Cuánto tiempo dedicamos a dar lo mejor que tenemos para que la persona que tenemos al lado conquiste su propia grandeza, su felicidad?¿Cuántas veces inspiramos confianza, amor, respaldo a nuestros seres queridos?
Nos necesitamos los unos a los otros, pues ninguno nacemos aprendiendo. Cada uno hace lo mejor que puede con lo que sabe, con lo que ha aprendido, pero siempre podemos ir un poco más allá, incluso en los momentos más duros. Si no, ¿para qué estamos aquí? Para superarnos, para soltar lo que nos hace daño, para aprender a amar. Para reconocer nuestra grandeza y esparcirla.
Cuando estamos al lado de una persona alegre, natural, dulce, entusiasta, todas nuestras células se contagian y empiezan a bailar. Es la celebración de la vida, del amor. Sin saberlo, estamos sanando nuestra vida y conociendo una de las emociones con vibración más alta. Estamos perdiendo densidad para acercarnos a nuestra verdadera energía.